¿Qué tiene aprender a tocar el piano que nos vuelve locos? Su versatilidad, inmediatez sonora y amplio repertorio. El primer día que tocamos el piano y somos capaces de sincronizar nuestros diez dedos a la vez, entendemos que estamos creando música.
La posibilidad polifónica del piano nos permite sentarnos solos ante él e interpretar una obra completa, acompañamiento y melodía. Su amplio registro sonoro es una orquesta en nuestras manos, una narración que interpretamos, inventamos y podemos compartir.
Son muchos los adultos que se plantean en algún momento de su vida aprender a tocar el piano y otros tantos los que se plantean rescatarlo de su infancia.
A pesar de que cada persona es un mundo y que las circunstancias, experiencias y aspiraciones musicales muy diferentes, nos hemos encontrado con situaciones y dudas comunes entre nuestros alumnos cuando empiezan esta aventura. Hoy vamos a compartirlas con vosotros por si os ayuda a resolver las vuestras!
¿Qué ocurre con los alumnos que jamás han estudiado música?
Aprender a tocar el piano puede ser una asignatura pendiente o una nueva experiencia pero se encuentran con un montón de dudas:
- ¿Será demasiado tarde para poder comprender un lenguaje nuevo? ¿Hay que empezar de pequeño para sentar una buena base?
- Podré compaginar mi vida con la música? Cómo me enfrento al estudio diario? No se ni por dónde empezar!! Y si descubro que aunque me apasiona no tengo facultades?
Los adultos tenemos algo ganado de lo que no somos conscientes cuando nos enfrentamos a un reto como este: la capacidad para comprender conceptos abstractos que cuando somos niños desciframos poco a poco a lo largo del aprendizaje musical.
Todos desarrollamos diferentes facultades en nuestro ámbito laboral día tras día, que encontrarán su traducción en una nueva área de aprendizaje. En algunos casos será de carácter cognitivo y en otros de carácter emocional, pero la experiencia siempre nos aportará algo constructivo de cara a la música.
Cualquier momento de la vida es perfecto para un nuevo estímulo: para unos supondrá encontrar un nuevo espacio de creación, autoconocimiento y refugio personal. Para otros un poco de evasión, reto, concentración o disciplina. Tocar el piano significa algo en nuestra vida.
Todos tenemos facultades para la música porque son muchas y diversas las que desarrollaremos a lo largo del proceso musical.
A pesar de todos los clichés en torno a la fisionomía de la mano, las facultades auditivas o el manejo de lenguajes abstractos, descubriremos facultades de comprensión y de realización que desconocíamos. Del mismo modo aprendemos a lidiar con nuestras limitaciones, y a adquirir el compromiso de mejorar cada día por la satisfacción de que lo hacemos porque queremos.
¿Cómo se lo plantean los alumnos que nunca han tocado una tecla antes pero sí otros instrumentos?
Con más confianza, con un conocimiento más o menos disperso de lenguaje musical y con la perseverancia necesaria para ponerse con un nuevo instrumento, sin prejuicios y con ganas de experimentar con un nuevo sonido. El estudio de cualquier instrumento se alimenta de grandes dosis de perseverancia, concentración, superación y diversión a raudales.
La duda recae en si lo que sabemos de otro instrumento servirá de algo teniendo en cuenta las diferencias técnicas e interpretativas entre ellos. Definitivamente sabemos mucho más de lo que somos capaces de percibir de forma concreta. Además del lenguaje musical que sepamos o no (algunas personas tocan de oído un instrumento, lo cual es maravilloso) hemos desarrollado cualidades mucho más importantes y necesarias que leer notas: sensibilidad, discriminación auditiva, sentido del ritmo natural de la música, fraseo y musicalidad interpretativa, concentración selectiva y la ilusión de poder compartir la música con los demás. Todo ello es de gran ayuda para aprender a tocar el piano.
¿Y aquellos que ya tocaban el piano de niños y quieren retomar después de mucho tiempo?
Más allá de que su experiencia haya sido buena o mala, algunos regresan con un miedo atávico a no recordar nada, a decepcionarse al comprobarlo, y a que se les pueda exigir lo que ya no recuerdan o creen no recordar.
La maravillosa sorpresa es que todas esas lagunas de conocimiento derivadas de la falta de práctica se cubren rápidamente y la curva de aprendizaje es cada vez más rápida. Todo lo que sabemos es valioso y complementario, así que, felicidades, el piano no ha sido tiempo perdido!
Algunas personas conservan cierto bloqueo derivado de un estudio del piano muy reglado que les dejó una sensación de esfuerzo y exigencia insuperable, un sabor a fracaso absurdo en la niñez. Cuando retomamos de adultos, vamos a clases dispuestos a reproducir aquellas pautas y nos damos cuenta de que en realidad hay mucho más de lúdico, enriquecedor y expansivo en aprender a tocar el piano.
Hay música más allá de la partitura y miles de partituras, interpretaciones y personas con las que compartir un buen rato haciendo lo que más nos gusta: tocar!